Helvetia no es en absoluto grácil, sino que parece
una patata amorfa. Helvetia ocupa un lugar privilegiado en el sol, pero
es gélido, mortalmente gélido. Para evitar malentendidos: Helvetia es el
nombre oficial del pequeño asteroide descubierto en 2002, el número
113.390, un tubérculo celestial de unos 3 km de tamaño, que gira
alrededor del sol a una distancia media de 344 millones de km. Este
asteroide disparó asimismo las fantasías y la retórica de los
magistrados suizos el año de su descubrimiento. El mensaje del entonces
Presidente de la Confederación, Moritz Leuenberger, a la nación fue en
todo caso marchosa: “Se ha descubierto Helvetia en el espacio, lo que ha
incrementado la cuota femenina entre los asteroides. Una contribución
de Suiza verdaderamente cosmopolita que nos demuestra lo cerca que está
el universo”. Lo que es nuevo desde entonces es que la nación da,
gracias a Suiza y a Helvetia, un giro doble alrededor del sol.
Un gran paso para Berna
Que la Unión Astronómica Internacional honre a un
cuerpo celeste con el nombre neolatino de Suiza indica la envergadura de
la contribución de este pequeño país a la investigación espacial. De
vez en cuando destacan brillantemente algunos investigadores espaciales
helvéticos. El 20 de julio de 1969, un domingo, es un caso
paradigmático: antes de que el astronauta del Apollo 11, Neil Armstrong,
diera su primer pequeño brinco en la luna y pudiera celebrar aquel
“gran paso para la humanidad” y junto con Edwin Aldrin clavara la
bandera estadounidense en la superficie lunar, ambos tuvieron que
realizar un experimento espacial bernés. Aldrin desplegó una vela de
viento solar, un aparato con el que se podían captar partículas del
viento solar para posteriormente estudiarlas. El experimento fue
planificado y evaluado por el Instituto de Física de la Universidad de
Berna y el físico Johannes Geiss que trabajaba allí. En la memoria
visual de los suizos ha quedado grabada la vela de viento solar a modo
de jalón, aunque su aspecto era muy poco espectacular y más bien parecía
un pedazo de papel de aluminio de uso doméstico desenrollado.
Mecánicos de mantenimiento en el espacio
Dos años antes, Suiza se había introducido por
primera vez en el espacio por iniciativa propia. El cohete suizo «Zenit»
fue lanzado en Cerdeña y alcanzó una altura de 145 km. Pero Suiza nunca
pudo competir en la carrera de las potencias espaciales. En lugar de
eso, se aseguró su lugar en el espacio como fiable desarrolladora de
componentes aptos para ser utlizados en el cosmos. Lo más tardar cuando
el éxito de su vela de viento solar supuso el cambio de agujas. Según
Peter Guggenbach, Presidente del Grupo Swiss Space Industries,
prácticamente no hay ninguna misión espacial que carezca de tecnología
espacial suiza. Y gracias a su papel de co-fundadora y colaboradora
clave de la Agencia Espacial Europea ESA, Suiza también participa en
grandes misiones espaciales conjuntas. No obstante, quien, como en el
caso del Ariane, reviste cabezas de cohetes o distribuye complejísimos
sistemas de medición, como en en el caso de las sondas espaciales Giotto
y Ulises, permanece más bien en segundo plano. Para el ánimo y las
emociones hay que personificar, o sea que se necesitan caras – como por
ejemplo la del primero y hasta ahora único astronauta suizo, Claude
Nicollier, que en 1992 consiguió dar el salto al espacio como astronauta
de la NASA. En 1999 completó la imagen del típico astronauta suizo:
demostró ser un mañoso chapista espacial y llevó a cabo importantes
trabajos de reparación y mantenimiento del telescopio espacial Hubble.
Chury-Superstar
¿Y ahora? Indudablemente, el centro de atención lo
acapara hoy la astrofísica bernesa Kathrin Altwegg. Ella y su equipo
desarrollaron Rosina, un instrumento de medición a bordo de la sonda
Rosetta, con el que se analiza la cola del cometa
67P/Churiumov-Guerasimenko– cariñosamente apodado Chury. En noviembre,
cuando tras un decenio de vuelos de aproximación Rosetta se dispuso a
que su sonda terrestre aterrizara en el cometa, también Suiza estaba
casi fuera de sí – ya por el mero hecho de introducirse en nuevas
dimensiones: Chury estaba entonces a unos 250 millones de km de la
Tierra. Con sus mediciones, Altwegg quiere averiguar si una vez los
cohetes que caían a la Tierra llevaban moléculas orgánicas – los módulos
de la vida. En dichos estudios, Chury le sirve, por así decirlo, como
desecho conservado procedente del congelador cósmico, como objeto de los
primeros tiempos de nuestro sistema solar. El cometa, que parece un
pato de baño dando traspiés por el espacio, es un resto en gran parte
inalterado del gigantesco disco de polvo a partir del cual se originó
nuestro sistema solar hace 4.600 millones de años. Gracias al análisis
químico de la cola del cometa, Altwegg sabe ya lo que exuda el cometa:
amoniaco, metanol, formaldehído y ácido sulfídrico. Así que Chury apesta
a caballeriza, alcohol y huevos podridos. ¿Y a Suiza qué le importa
este pequeño hediondo a una distancia inconmensurable? ¿Para qué nos
sirve esta investigación? Altwegg sonríe y dice: “En realidad no nos
sirve para nada”. Se trata únicamente de la belleza del conocimiento.
Personal celeste helvético
El sacerdote jesuita de Lucerna Johann Baptist Cysat
(1586–1657) descubre nuevos sistemas estelares binarios. Jean-Philippe
Loys de Cheseaux (1718–1751), un erudito de Lausana, documenta numerosos
cúmulos estelares y nebulosas. El zuriqués Rudolf Wolf (1816–1893)
descubre que el ciclo de la actividad de las manchas solares coincide
con el del campo magnético de la Tierra. El suizo de Glarus nacido en
Bulgaria, Fritz Zwicky (1898–1974) revoluciona la astrofísica en EE.UU.
con sus teorías sobre los sistema estelares extragalácticos. Paul Wild
(1925–2014), de la Universidad de Berna, descubre más de 90 asteroides y
siete cometas, el principal de ellos el Wild-2.
En 1967, el cohete “Zenit“, desarrollado por Hans
Balsiger y Ernest Kopp, es lanzado al espacio. Johannes Geiss (nacido en
1926) desarrolla en la Universidad de Berna el experimento del viento
solar para el Apollo-11. El matemático Bruno Stanek (nacido en 1943)
hace mediático el sector espacial con emisiones como «Neues aus dem
Weltraum» (Novedades del espacio). El Observatoire de Genève descubre en
la estrella 51 Pegasi el primer planeta fuera de nuestro sistema solar.
Claude Nicollier (nacido en 1944) vuela por primera vez al espacio en
1992 como astronauta de la NASA. En 1999 da un paseo espacial. Markus
Griesser (nacido en 1949) descubre diez asteroides del cinturón de
asteroides, y en 2002 el asteroide Helvetia. Kathrin Altwegg (nacida en
1951) es la actual figura emblemática de la investigación espacial suiza
– gracias a su colaboración en misiones como Giotto y Rosetta. . (mul)
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